Desde la ermita de San Roque aparece Sot de Chera entre el Cerro Morrón y el río Sote (como aquí llaman al río Sot de Chera). Como en muchos otros casos, el origen de las palabras, su etimología, le viene como anillo al dedo. Sot viene del latín saltus; paso, estrecho. Chera, prerromano, significaba peñasco. Y así es; el río Sote se retuerce en pasos angostos en presencia del Morrón que sobresale entre otros accidentes orográficos. El río, que se llama Reatillo al salir del embalse de Buseo, cambia de nombre y serpentea hasta rendir sus aguas al río Turia. Ese mismo río que se encañona aguas arriba a su paso por Chulilla y que tendremos la suerte de acompañar en el final de nuestra excursión.
Salimos cuando tañen las campanas de la iglesia de San Sebastián por la recoleta plaza de Juan de Juanes y las estrechas y empinadas callejuelas que llevan a la carretera. Para evitar parte del camino de Cubillas tomamos una estrecha senda que sube en zig-zag hacia la parte alta de la sierra. A nuestra izquierda podemos ver el mirador del Cerro Morrón. Entre olivos sorteamos la sierra para comenzar el descenso, algunas veces difícil, que nos lleva al Barranco de Vallfigueras. Tenemos Chulilla al frente a medida que nos adentramos en la umbría del estrecho con las paredes del Cerro Negro a nuestra derecha. Cambiamos de vertiente para remontar el barranco; aunque no lo parezca estamos en la vereda de Castillo, paso de ganado en busca de mejores climas.
Hacemos una parada en el lecho del barranco y damos opción a visitar las pinturas rupestres cercanas. Ahora viene un tramo bastante divertido antes de tomar la pista del embalse. Desde el collado ya se divisan sus aguas. Loriguilla regula las aguas del Turia antes de llegar a terrenos más estrechos y peligrosos. La bajada es agradable con las aguas del pantano mecidas por un fuerte viento. Llegamos a la zona de la presa con algún susto debido a las piedras sueltas. Nada grave afortunadamente. Desde aquí nos adentramos entre las paredes dominadas por los escaladores y el río. Es la denominada Ruta de los Pantaneros.
Cuando la construcción del embalse, los trabajadores realizaban este itinerario desde Chulilla; de ahí su nombre. Por otra parte, los gancheros bajaban la madera hacia Valencia salvando estos peligrosos tramos. Se dice que los más hábiles procedían de la cerca Chelva y que eran muy buscados por su gran pericia en el paso de los tramos más peligrosos. En cualquier caso, sea por los pantaneros o por los gancheros, viene bien recordar lo difícil que eran muchos de los trabajos de aquella época no tan lejana.
Volvamos a la excursión que ya me he ido por las ramas, o mejor dicho por las paredes. Bajamos hasta el cauce buscando un lugar para comer. Paramos junto al primer puente a reponer fuerzas. Como no hay café a mano ni un poco de vino, abreviamos y nos ponemos en marcha. Pasamos el primer puente y tomamos las escaleras que llevan al segundo. Algo más alto y empinado que el anterior en el que formamos una buena cola. Entre risas y algún canguelo llegamos a la parte alta del río. Esta última parte de la excursión es bastante cómoda y nos permite disfrutar de unas vistas extraordinarias sobre el cauce y el cercano Charco Azul.
Volvemos a caminar entre olivos para llegar a Chulilla y poder disfrutar de un rato (frío) para visitar la población y tomar algún refrigerio (o dos). Fotos de Ramón AQUÍ y de Sendeando AQUÍ.
En esta ocasión hicimos dos sorteos. Los bastones obsequio de DEPORTES ALVARADO recayeron en José Luis F. y el tubular Sendeando en Inmaculada P. Enhorabuena y que lo disfrutéis.
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